Publicado el 18 agosto, 2008 por jauhaltesevilla
Son varios los libros que estoy leyendo de Paulo Coelho. En todos ellos como un leitmotiv está implícita e incluso explícitamente expresado que la vida es el camino, que hay que caminar, que no hay que parar, como si el que fija una relación se estanca, se pudre y muere, vive como muerto.
Si esto lo unimos a la esperanza, todo está en el futuro, en lo por hacer y no vale nada de lo conseguido, somos siempre entes inacabados… Coelho con sus visionarios, sus voces, señales y premoniciones… tenemos novelas para rato. Novelas que para jóvenes, adolescentes… gente en proceso de cambios rápidos, vehementes, les anima a no parar, vivir en la inseguridad, en la precariedad: el eterno adolescente, joven que vive el presente, el instante sin preocupación por el futuro y que implica falta de compromiso, de responsabilidad, de decisión compartida. No está esto lejos de “vitalismo”, del idealismo trasnochado y de la velocidad, del cambio de nuestro mundo actual, en el fondo consumismo.
Propone, de vez en cuando en sus reflexiones de largos y reiterativos párrafos, las conocidas ideas cristianas que Dios ha revelado, la fuerza de la palabra, dejarse poseer por la energía, el Espíritu Santo, la recompensa en la otra vida, la posibilidad del milagro…, todo un mundo donde la racionalidad no existe, la ciencia tampoco, el avance tecnológico posibilitador de solucionar los problemas del mundo…, vamos, todo el desarrollo histórico económico y social de los últimos siglos XIX y XX y la lucha de tantos/as.
¿Será mejor el idealizado mundo medieval y su oscurantismo, exoterismo, profetas y milagreros?
Otro día… más.
Y acabo el titular: La vida es…según quien la cuenta. Así de claro lo tiene su autor.
Experiencias de un jubilado 